Cuento corto inspirado en los hechos verídicos de un viaje nocturno por la ciudad de Buenos Aires en medio de análisis profundos sobre las conductas hipócritas de ciertos personajes de la escena subterránea y la sincronicidad llamativa de mis conclusiones con los dichos de un personaje desconocido, que, poco y nada podía saber de la complejidad de la situación o del destino que tendrían mis pensamientos.
“Y A LA GILADA NI CABIDA”
- Vos ya les sacaste la ficha, hace lo que tenes que hacer. -
Acabo de recordar que ayer me encontré con el diablo.
A veces se me aparecen diablos o como
les digan. Y a veces también se me aparecen ángeles; pero ayer, me encaro el
diablo fingiendo ser un ebrio.
Al principio no lo vi, algo me advirtió
en mi interior, pero mis ojos me dijeron que era solo un borracho que caminaba
tambaleándose.
Yo esperaba el colectivo a la hora de
la madrugada en que está en su recorrido más elevado esa estrella que siempre
me llama la atención porque brilla más fuerte que la mayoría y se deja ver aun
en las ciudades, cuando las luces artificiales quisieran ganarle en potencia a
los astros del cielo.
Yo estaba totalmente abstraído,
pensando.
Mira si será oportuno para presentarse
el muy atorrante, que se sincronizo perfecto con el momento que escuche que venía
el colectivo, el 180 x 155, ese que cruza av Rivadavia en su recorrido por
segunda vez, cerca de la estación de Caballito, y dibuja un zigzag para entrar
en una U volviendo a la avenida, quizás innecesaria si no fuera por las reglas
del tránsito que lo obligan, para retomar hacia el oeste. Flores, Mataderos, y más
allá LaFerrere.
En verdad, más que una U, es un dibujo
extraño que termina en ese giro hasta volver a la avenida, porque el colectivo
antes de alcanzarla da varias vueltas, y si la noche esta silenciosa, se lo
puede escuchar frenando antes de cruzarla y a veces doblando, inclusive muchas cuadras
antes.
Vaya a saber uno bien porque, la parada
del 180 en ese juego sensible de la línea, que es el recorrido del colectivo
por esas alturas, se encuentra en una zona silenciosa por las noches, algo
marginal y alejada de la avenida, justo sobre la panza misma de esa U que
dibuja y recorre, enfrente de un Telo que se encuentra al lado de una plaza o
plazoleta, que ocupa una de las esquina de la cara de la cuadra paralela a la
avenida, y en la puerta misma de un patio con frente abierto y enrejado,
anticipando una pared que tiene algunos agujeros por donde cantidad de gatos diversos,
aparecen dando la impresión de haberse adueñado de la construcción y vivir en
ese lugar dentro de cierto equilibrio.
Muchas veces espere el mismo colectivo
en ese lugar y ahí estaba yo como tantas otras veces estuve, y probablemente estaré
en el futuro, esperando el colectivo.
Volvía, (y bastante temprano porque
estaba cansado), de una fiesta que se hacía cerca de ahí, y donde de alguna
manera rebuscada, me sentí influenciado para retomaba el hilo de ciertos
pensamientos sobre mi vida, boludeces moralistas. Pensando para adentro buscaba
la parada conocida más cercana que me asegurara el camino rápido a casa, mis
dos opciones eran de 7 u 8 cuadras, encare por donde había más árboles.
Un rato antes, en la puerta de la
fiesta, tuve ganas de decirle a un amigo que me deje dormir en la parte trasera
de la camioneta que tenía estacionada enfrente, me contaba que la tenía que
arreglar o algo, y antes de dejarme ganar por el sentimiento de cansancio,
arranque.
Ahora, cuando el colectivo llego a la
esquina, y pude verlo frenar justo frente al semáforo, antes de doblar, lo que
me parecía un simple borracho que caminaba tambaleándose a casi media cuadra,
me hizo sentir cierto escalofrió; lo observaba a lo lejos acercándose completamente
abstraído en el mundo de las boludeces que estaba pensando, así que lo
observaba algo distraído y cuando estuvo a 20 metros vi que me miro de una
manera… extraña, mínimamente extraña, ni mala ni nada, algo así como cuando
alguien te reconoce o sabe que estás ahí pero no te miraba y de repente te mira,
fue algo que me despertó la atención a otro nivel, y mientras el semáforo se
tomaba el tiempo sobre el círculo rojo, vi en el brillo de la mirada una
intención. Eso. No me gusta pensar mal, pero mis ojos se clavaron en el
borracho mientras desviaba la trayectoria en diagonal hacia a mí y aceleraba, de
golpe, en ese caminar torpe y desesperado, como avivado de una urgencia. Le
mire fugazmente las manos, y me espere cualquier cosa mientras trataba de
entender lo que había comenzado a balbucear, era como tratar de entender a un
japonés, hasta que corono la frase con la palabra “bondi” que venía antecedida
de un montón de sonidos que parecían acercarse a algo como: “tengo que ir”.
- Mira ahí viene el bondi ¿vos a donde tenes que ir? –
- Hglababla mmfbla gassj ondi –
El colectivo arrancaba en la esquina, y
yo algo culpable por pensar mal del chabón que, pobre, no podía ni hablar,
levante la mano parando el 180, y le digo al loco:
- Mira este es el ciento ochenta. Que va para mataderos y
después sigue. –
Respondió algo que no supe interpretar
mientras el colectivo frenaba y le afirme para que se acerque a donde estaba
yo:
- Veni, preguntale al chofer que te va a saber decir seguro.
-
Se abrió la puerta y subí, 3,50, en el
fondo dos asientos libres en la hilera de 5, me senté al lado de un pibe gordo
que conversaba con otro a mi derecha, yo justo en el medio, alguien dormía en
otro asiento contra la ventana a la izquierda.
Adelante en el hueco del medio, donde está
la puerta para descender, una chica me miraba con insistencia, rulos pelo
teñido de rubio, bastante bonita, yo no me sentía ni muy conversador ni muy galán y mi mente seguía atrapada en la sensación de lo que venia pensando hacia unos minutos atrás,
así que seguí con la mirada para encontrarme al amigo borracho que nuevamente se
me acercaba, enfilando al asiento libre a mi lado, yo intentaba no acosarlo con
la mirada, pero fue imposible no darme cuenta la maniobra que estaba realizando
cuando trató de sentarse, calculando mal, porque antes del asiento había un
pequeño escalón, que hay que pisar antes de sentarse a menos que tengas las piernas
de más de 80cm, cosa que ni mi amigo borracho ni yo teníamos.
Entonces el, sin pisar esta especie de escalón,
se dio vuelta y se largó confiado, le erro y cayó sentado sin mucho espamento sobre
esa arquitectura interna del colectivo que generalmente se encuentra en los
asientos del fondo de los modelos plaza 114, y que funciona también de apoya
pie.
El amigo lograba hábilmente no irse de
costado, mientras, se acomodaba en esa elevación que para continuar la descripción
está cubriendo el motor y muchas veces hace de asiento, al menos yo me acuerdo
haber viajado algunas veces muy cómodo con algunas piernas de respaldo.
Entonces vi que tomo impulso y lo
intento de nuevo y esta vez lo logro en dos intentos bastante decentes, en el
primero quedo a medio camino, y en el segundo alcanzo el objetivo y se cruzó de
brazos y se trabo como para afirmarse, segundos después le decía algo al pibe
que estaba durmiendo a la izquierda, que movió la cabeza medio como de reflejo
nomas pero no le contesto. No sé si escuche algo como:
- ¿qhhe molesth? -
A mi derecha seguían charlando
boludeces y uno de los pibes dijo algo que quizás me hizo mirar con cara de suspicacia,
ni me acuerdo que fue, ni me di cuenta que había hecho algún gesto, el borracho
no perdió el detalle y me miro, cuando le devolví la mirada me hizo un gesto
con la cara y me dijo de forma entendible: “no le prestesh atención a la gilada”, a lo que le
respondo con otra mueca demostrando poca importancia y diciendo, “no pasa
nada”.
- Perdo nho, que te diga nho? Perhdón. De buena onda… y se largó derecho
viejo, con un discurso en el que entendí algunas palabras más que otras.
Para ser claro, aunque no siempre me
cae bien la gente muy muy borracha... la poesía de la borrachera o la lógica
que a veces nace de ese estado, es una obra de arte aparte en esto que llamamos
vida, a veces quiero creer que no depende tanto de quien la desarrolle.
Y aunque estoy en una época en la que
trato de no alcoholizarme, más allá de una pequeña alegría, o de no involucrarme
mucho con lugares que mantengan esa costumbre de tomar hasta matarse... cuando un
borracho es, a su manera, respetuoso, me cae bien, me alegra conversarle, me
espero un detalle mágico que me regale ese momento para pensar o admirar la
belleza de la vida.
- No maestro todo bien, no te
preocupes, una masa. -
Me extiende una mano rarísima, y le doy
la mía, que no tengo otra y es bastante rara también.
- Me llamo Raúl, vos cómo te llamas? - otra vez claramente audible y casi sin siseos.
Rodrigo, le digo, un gusto señor.
La cara se le transformo, y no entendía si era el pedo que llevaba o que le pasaba, hasta que dijo.
La cara se le transformo, y no entendía si era el pedo que llevaba o que le pasaba, hasta que dijo.
- Me matashte, cuandhos años de barece
que dengo? Me matash –
- Jajajaja, no, ¿porque? ¿Por lo de
señor? Es de respeto nomas… -
- Na, dodrigo ¿nho? Con dodo rhespeto,
anda a cagar! Jajaja con dodo despeto eh! Ándate a gagar dodrigo, m-e ma-thas-te
¿qué parezco un vhejo? –
- Jajajajaja nooo… ¿cuantos años tendrás
vos? sos un pibe, no sé, lo de señor es por respeto nomas papa. -
- No, ¿papa? Shhh.. me mathazz me
mathaz no me digash, yo mira, como un toro, 50 pero… sabes… como un toro… sabes
… jajaja … me mathaz, anda a cagar Rhodrigo. –
Sigue hablando y yo riéndome, mientras me
pierdo de lo que trata de decir, y miro alrededor para darme cuenta que la
gente está pendiente, y pienso: ahora me va a tocar prestarle atención para ver
qué me dijo. Ya le había perdido el hilo, y le entendía tan poco que no me alcanzaba
para adivinar de que estaba hablando ahora, sumado a que la lucidez momentánea
que tuvo en algún momento, se le escapa y seguía desvariando con el tema de la
juventud… y yo estoy a punto de decirle que lo de papa, lo de señor, es por
respeto, pero me callo, ya lo dije, me río, y lo miro mientras le estudio la
cara deformada por el escabio, vuelvo a no entender no sé qué cosa inteligible
que dice, y corona con un nuevo “me mathaz”
Pero me doy cuenta que los ojos los
tiene lucidos más allá del teatro de su cara, hasta hacia un rato los achinaba
tanto que no me había dado cuenta, y mientras me llama la atención el detalle,
le digo: no mostro todo bien, lo miro de frente y le vuelvo a dar la mano.
El amigo ebrio que ya me estaba
poniendo en alerta después de un día bastante movido activando luchas en las
que a veces me pongo a pensar que carajos hago metido, ya me abrazaba y me
decía que estaba “todo bien” mientras me mostraba su fuerza apretándome la mano,
y me miraba como pidiendo disculpas de repente y me decía: eh todo bien eh, de
buena onda. Y siguió hablando: vos no les prestes atención a los giles, porque
vos no le prestes atención, son giles, a los giles a los giles, nada, ni
cabida, no existen, porque los giles bla bla bla…
Y yo pensé pucha éste esta re picante
quiere bardearla con estos pibes que charlan a mi derecha y me está reclutando
de socio.
Los giles, ni cabida, si vos sabes,
vos, vos sabes, me mataste, pero todo bien es de onda eh. Perdón que te diga,
mira perdón, pero sabes que vos sabes a la gilada, ni nada, no existen…
Comencé a pensar que lo que me decía no tenia nada que ver con los pibes charlando a nuestro lado, y mierda que parecía que me estaba hablando como si conociera lo que venía pensando, y le miraba los ojos y estaban lucidos, y me miraban con esa picardía que uno no entiende bien ¿que carajos pasa?, “y a la gilada ni cabida, vos hace lo que tenes que hacer, si ya les sacaste la ficha”.
Doble mierda, ¿quién es este chabón? Al
tipo le brillaban los ojos y me miraba tranquilo mientras asentía con la cabeza
y por un momento parecía que no hubiera tomado nada de alcohol. Me mostraba las
manos en un gesto llamativo, y que eran rarísimas, las palmas, dedos cortos, mano ásperas de laburante, y una
picardía en la mirada que me llamaba la atención. Pensé, ¿un yuta? ¿Tanto afán de seguirme y jugar conmigo? ¡Qué capacidad
para el teatro!
- De onda, pero perdón si te ofendo,
vos sabes, vos hace lo que tenes que hacer, dale para adelante.-
Era el colmo, ¿que haga lo que tengo
que hacer? ¡¡Este hijo de puta me está leyendo la mente!! Para colmo a cada
reacción mía, cada mirada de desconcierto el tipo le aplicaba un atenuante
verbal sumado al agite… dale para adelante si ya les sacaste la ficha.
¿Sincronía del universo? ¿Un borracho
queriendo armar una pelea a ver que sacaba de eso? ¿Un yuta loqueándome? ¿Un demonio de baja jerarquía con un encargo especial?
Todo mi cuerpo se había puesto alerta.
Todo mi cuerpo se había puesto alerta.
El bondi llegaba a mi destino y le
pregunte hasta donde iba, un rato antes me había dicho que no sabía, ahora
decía que hasta LaFerrere, y si ¿falta mucho? Estábamos en mataderos.
Yo algo mareado, me levante.
Yo algo mareado, me levante.
- Preguntale bien al bondilero porque
no estoy seguro. Chau maestro, buen viaje. –
- Nooo ¿otra ve? Me matashtezz jajaja.-
- jaja, ok, “chau amigo”, ¿ahí va?-
- Jajajaja si amigo, así sí.-
Me baje, mire para atrás, el bondi
arranco, camine, mire a la cámara de la esquina, Orwell y un montón de
futuristas me seguían también con la mirada, desde algún lugar alejado al gran hermano, mientras
todavía digería que una personas que no conozco me diga exactamente las palabras
que me diría alguien que hubiera vivido todo el día conmigo; y esa mirada, ese
brillo, yo lo vi muchas veces, demasiadas, ese boludo no era yuta, ahí adentro
estaba tentándome el diablo, o como le digan.
Porque hay quienes también le llaman dios.
Porque hay quienes también le llaman dios.
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