miércoles, 8 de abril de 2020

- Tazas de té - Cuento corto



En un ambiente de devaluación, el dinero en Argentina cada vez pierde más su valor y el poder adquisitivo de la población va disminuyendo a limites peligrosos, el nuevo presidente no puede cambiar la situación y empiezan a verse las mismas situaciones que ocurren cada vez que esto sucede ciclicamente, las chatarreros comprando a precio de regalo y la gente vendiendo las pocas cosas de valor que quedan en la casa...


“TAZAS DE TÉ”
- Relato corto en la Argentina después de Macri -



Me desperté con mas hambre que el chavo. 
La noche anterior había cenado un sanguche que oportunamente y con mucha previsión saque de la heladera de la casa en la que había estado desde la mañana. Lo habían dejado apenas mordido desde hacia unos días y muy probablemente lo tirarían. 
No iba a dejar pasar la oportunidad.
Estaba pasando unos meses durísimos, como hacia tiempo que no me sucedían.
Las ultimas cuatro semanas fueron las peores, pero ya semanas anteriores estaba comiendo una vez por día. Al principio, y no por orgullo, le había echado la culpa al calor. Aunque me daba cuenta que de todas formas no me alcanzaba para mucho mas.
Cuando me quede ya sin dinero comencé a ir a una casa donde podía cenar. De ahí el sanguche.
Las cosas no iban bien.

Dos días atrás me había decidido a vender el juego de tazas de té de la abuela, ya fallecida hacia muchos años atrás. Un juego de 6 tazas y 6 platos, que tenían la guarda del borde en oro, y diseño que calificaba de antigüedad.
Lo estaba regalando básicamente.
Era poco dinero pero lo necesitaba. Me di cuenta de ésto a medida que la gente se desesperaba preguntando y queriendo reservar, aun con los detalles de pintura saltada en una guarda a mitad de la taza, y algunas mínimas imperfecciones evidentes.
Empece a especular que el precio de venta podía ser mas alto, y averiguando me di cuenta que eran imitaciones de tazas de muchísimo mas valor. El precio que le había puesto al conjunto era el mismo, pero por unidad.
Un tesoro para al antiquista que podía venderlas a muy buen precio a señoras despistadas con toneladas de dinero y poca vista, y gente que buscara imitaciones para mantener la apariencia.

Estaba delirando en especulaciones, pero eso no me confundía la necesidad. Entre el mar de pedidos, ofertas de gente que probaba suerte, retaqueadores, personas obsesivas, delirantes, maleducados, y anticuarios, me había parecido mas educado un señor llamado Luís, del barrio de SanTelmo que tenia un local dentro de una galería.
Me pidió fotos, me dijo que le interesaban, y que: si se las podía llevar. Pensé un poco, averigüe cuanto podía salir una moto. Un amigo me dijo 250 o 300 de Mataderos a SanTelmo.
Comunique: claro, sumando el costo de envío que son 250. Me dio el ok. Así que al despertarme, con mi cena escasa en la panza aun, y una pequeña resaca, ademas del cuerpo algo dolorido porque había venido de visita una amiga y al acostarnos estuvimos como dos horas cojiendo, y hacia rato que no movía el cuerpo tanto, lo primero que hice fue lavarme los dientes, tomar un poco de agua, y envolver y empaquetar las tazas y los platos uno por uno.

Me quedaba el ultimo papelillo y me fume un tabaco armado.
Serian las 3pm. A decir verdad me desperté varias veces, a las 8, las 9, las 10 y las 11. Primero no recuerdo por qué, después fueron mimos, que continuaron y calculo que con intención de que me despertara, pero la falta de alimento y una resaca incipiente me obligo a continuar el descanso. No había tomado mas que dos cervezas pagadas por mi amiga, pero se ve que el estomago semi vacío jugo en contra. 
Ya sobre las 11 mi amiga se fue, y yo pude dormir unas horas mas de corrido.
Hacia un tiempo que había entendido que la mala alimentación me estaba quitando energías y cuidaba bastante el descanso.
Salí de casa a eso de las 5pm con idea de llegar a San Telmo a las 6pm, avisando que el muchacho de la moto llegaba 6.15pm. Claro que el muchacho era yo, viajando en colectivo. Épocas en que uno necesita hasta el ultimo peso que pueda conseguir y no delega trabajo.

Llegue a las 18.25. Local lleno y en medio de ventas, me presente, saludo mediante, Luis me dijo: ya estoy con vos.
El hambre y el estrés me tenían algo atontado.
Pero yo, que debo tener algún tipo de sistema nervioso privilegiado, manejaba todo lo bien posible mi ansiedad, mi depresión, mi falta de alimento, y mis responsabilidades: hacer llegar el paquete con los platitos y las tazas de té. Iba bien.
Mientras Luis terminaba de vender unos platos, me dedique a mirar las tazas en exposición. Mis cálculos aproximados eran buenos, 700, 800 y 1200 eran los precios de tasas muy bonitas e impecables por unidad.
Mareado con todo lo que había en mi cabeza, al preguntarme cuanto era le dije 1250.
Me dijo: ¿Como? Pero, no, si...
Pensé rápido, había cometido un error vaya uno a saber repitiendo que numero que se me había quedado en la mente. Me reí, le dije: perdón, son 800 del paquete y 250 del envío. Estoy con la mente en cualquier lado, disculpame. Y mas jajas.
Cosa rara fue que Luis me da mil en dos billetes de 500 y doscientos y me dice ahora te doy cincuenta. Me costo pensar. Y me di cuenta que estaba necesitando comer, porque tarde unos segundos en entender que aunque se había dado cuenta que me tenia que dar solo mil cincuenta, algún tipo de cansancio de su mente también quizás, lo hizo hacer todo lo contrario. Agarre la plata y no dije nada, cada peso sirve. Lo tome como propina, de hecho me convencí de que así era, y no quise preguntar, así que seguí callado. Nos dimos la mano y salí del lugar.
Me sentí algo deshonesto pero no tanto, mas bien pensé en comer en algún restoran peruano por once, camine un poco hasta la parada del colectivo y hasta allá me dirigí, evitando las tentaciones de todas las vidrieras. Al llegar, los restoranes estaban cerrados y me dije que así pagaba mi culpa. Sonsa culpa de pobre, porque lo mas probable es que haya sido algún tipo de propina generosa.

Camine otro poco, me metí a un supermercado y compre unos postres y un paquete de fideos, al llegar a casa cocine y comí medio paquete con un poco de queso rallado que tenia en la heladera, y ya con la panza llena me quede sentado en el sillón mientras se me cerraban los ojos.
Otro día para sobrevivir implacablemente en esta jungla.
Las cosas parecían que empezaban a mejorar.
Mañana voy a vender los platos a mejor precio me dije.
Con la panza llena se piensa mejor.

Ejercicio de Liberación Maravillosa 


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